~ VICENTE GUILLÉN ~
EN EL CORAZÓN DE PERÚ
Tras introducirme un poco más en el Perú profundo, o, por decirlo de otra forma, en el corazón de unas gentes con más vida cultural autóctona, me he dado cuenta de que allí me he encontrado al Dios que le predicaron los misioneros fuertemente ligado a otras concepciones andinas, no opuestas, pero sí paralelas.
El grupo de los Militantes-Colaboradores de Arequipa es estupendo. Ya habíamos hecho una actividad misionera en uno de los valles más típicos del Perú: El Colca, y queríamos continuar la actividad. Cuando se fueron acercando las fechas, empezamos a ver dificultades. Hace un mes nos encontramos con el párroco del valle y le dijimos que de los dos días: 1 y 2 de noviembre, podríamos ir el 1 por la noche y estarnos el 2 haciendo cosas por allí, pero como el 2 era los difuntos y la mayor parte de la gente se iría al cementerio, quizás no fuese oportuno hacer nada. No se los demás, pero la verdad es que yo estaba deseando que dijese algo así como: realmente cada uno va a estar en sus cosas y no hay ambiente, así que es mejor que lo dejéis para otra ocasión. Pero no. Dijo lo contrario: “Me vendría muy bien para dar testimonio aquí hay mucha devoción por los difuntos y todas las familias se van al cementerio y allí se puede rezar por ellos y además es un momento en el que están muy abiertos a poderles hablar. Vengan y yo les indico a que pueblo tienen que ir”.
Hacemos los preparativos. La otra vez estuvimos cinco de los nuestros y al principio solo podemos tres: Bea, Jesús y yo. Todos tienen cosas que hacer, pero les parece que esto es más importante. Saldremos el sábado a las 6 pm. Este sábado, que es 1 de noviembre, cada uno verá a sus muertitos por la mañana y a las 5:30 quedamos en la salida del Bus. A última hora, gracias a Dios, se apuntaron algunos más y definitivamente fuimos a la misión cuatro personas todo el tiempo y otras dos una parte. No cuento las peripecias intermedias porque si me demoro mucho quizás no publique nunca el texto, pero no hicimos nada de turismo, ni siquiera nos fuimos a bañar a las famosas piscinas termales de La Calera.
Ya estamos por la mañana del día 2, el de los difuntos. Hemos formado tres grupos: el de las dos damas y los cuatro caballeros de a dos, pero luego estuvimos juntos los cuatro valientes. Habíamos llevado diverso material que hablase de temas adecuados: la película “El cielo es real”, el CD con la vida de “Gloria Polo” el libro de “Mas allá de la muerte”, rosarios con su folleto precioso y rosarios sueltos para regalar. La verdad que de los CD y del libro, no vendimos casi nada, de los rosarios con folleto, poco y de los rosarios para regalar, mucho, sobre todo a los niños que se lo ponían al cuello.
Hacia las 11 empezó a llegar la gente porque hacia las 12 las almitas de los difuntos se despertaban e iban a las tumbas. La mayor parte de las tumbas eran un montón de tierra en forma alargada con una cruz y encima de ella había una tela, seguramente negra o morada y sobre ella las cosas que le gustaban al difunto: pan, una llama hecha de pan, una gallina, un arado, un carro, los niños o “guaguas” representados por un pan mucho más grande que los demás en forma de niño fajado, frutas, verduras, gaseosa, bebidas e incluso la música que le gustaba, representada por tres o cuatro orquestas que iban de tumba en tumba tocando lo que les pedían los familiares. Hay que ponerse en su pellejo: ¿qué hace una familia desde las 11 de la mañana hasta que se pone el sol sentados frente a la tumba del papá o el hijo fallecido? Tienen que hacer diversas cosas porque si no se aburren demasiado, así que aquello parecía una feria en un pequeño cercado, rodeado de una tapia y lleno de montones de tierra con un paño y sin casi caminos intermedios para deambular. En esa marea, aparecen los “rezadores” que ayudan a rezar, “seguro que Dios les escucha mejor en la plegaria por su almita” decían algunos. Nosotros íbamos con una camiseta de “Misión joven” y una cruz al pecho; los seis iguales. Llega nuestro grupo a una tumba en la que un grupo de personas están sentadas, esperando. -“Somos delegados de la parroquia que venimos por si quieren que les ayudemos a pedir por su almita” -¡Ah, sí, muchas gracias, encantados!-. Les entregamos el responso que íbamos a hacer en una hoja por los dos lados, en negrita la parte que debían decir ellos. Incluye el texto de la resurrección de Lázaro. Luego les regalamos un rosario y el que quiere compra el folleto con las oraciones fundamentales y la forma de rezar el rosario. Charlamos un poco más nos invitan a algo que normalmente declinamos amablemente y nos vamos a ayudar a rezar por otra almita.
¿Hacíamos folclore? No. Por la mañana nos habíamos pasado un buen rato de oración pensando en el purgatorio y en el valor de orar por los difuntos.
En nuestro cementerio, había pocas tumbas con estructura de cemento, como en el de la imagen.